En ocasiones muy excepcionales un
paciente puede negarse a hacer las tareas. No te estoy hablando de una persona
despistada, desmotivada o vaga para las tareas de terapia sino de alguien que te discute lo que tiene o no
tiene que hacer. Todos estos casos se llevan de diferentes formas y hoy me
voy a centrar en el último.
Como siempre, te cuento cómo yo llevo
la situación, que no necesariamente significa que sea el mejor método,
simplemente es el que yo utilizo.
Si una persona se niega en
rotundo a hacer la tarea que se le indica, lo primero que tendríamos que hacer
es repasar el apartado de psicoeducación
y volver a explicar la relación entre su
problema, sus objetivos y la tarea en
sí. En resumidas cuentas: volver a justificar por qué mandamos ese
ejercicio y no otro.
Puede ocurrir que el paciente
exponga que "eso" no lo hacen las personas "normales" y que
cualquiera lo vería como algo fuera de lugar, inapropiado o incluso "una
barbaridad". Bien, aquí es muy importante explicarle al paciente que no estamos en un contexto normal sino en
uno terapéutico y que por lo tanto no podemos ceñirnos siempre a las
actuaciones cotidianas porque no estamos en una situación normal sino que nos
encontramos con un problema hasta ahora no resuelto a pesar de los intentos. El paciente tiene que entender
que su situación es más grave y que por lo tanto pueden requerirse medidas poco
cotidianas. No te estoy hablando de medidas drásticas, simplemente de cosas que
no haríamos en nuestro día a día porque no se requieren pero sí son necesarias
en un contexto de terapia.
Vamos con unos cuantos ejemplos
para que me entiendas:
- Una persona sin ningún problema psicológico no tiene por qué cogerse un avión a Madrid un martes por la tarde sin ninguna razón aparente, pero una persona con fobia a volar que lleva varios meses trabajando su problema con exposición en imaginación y realidad virtual... sí debería.
- Una persona sin TOC de contaminación/suciedad puede cambiar sus sábanas una vez a la semana, pero el paciente puede que se vea obligado en terapia a cambiarlas una vez al mes o mes y medio.
- Una paciente con celotipia, quizás se vea obligada a no preguntarle a su marido que tal le ha ido el viaje (qué ha hecho, con quién ha estado, si ha conocido a gente...), aunque sea lo que haría cualquier persona en un contexto cotidiano, porque tiene que evitar las reaseguraciones que mantienen su problema de celos patológicos.
Un paciente se puede negar alguna vez, obviamente esto no es un
problema. El problema viene cuando esa primera vez asienta precedentes y se
niega otras más. Desde mi punto de vista, aquí tenemos dos opciones:
- Hacer caso a los límites que pone el paciente haciéndole saber que está invirtiendo un tiempo y un dinero en algo que no va a funcionar. Esta opción supone que el profesional acepta la posibilidad de que en unos meses el paciente le diga que la terapia no está resultando sin ser consciente de cómo sus actuaciones han contribuido a que sea así. También implica una cuestión de ética: trabajar con alguien sabiendo que no estamos haciendo lo que se necesita para conseguir los objetivos. Personalmente, esta opción no va mucho con mi forma de trabajar.
- Hablarlo con el paciente, intentar llegar a algún tipo de acuerdo que implique hacer una terapia de calidad y si no es el caso, proponer al paciente que intente buscar otro profesional que se adapte más a lo que busca.
También es esencial la educación de los familiares, pareja o personas
más cercanas al paciente ya que estos, según su conocimiento sobre el
tema, pueden ayudar o interferir en el
proceso del que te estoy hablando. Muy a tener en cuenta.
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Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
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