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El otro día vi un vídeo interesante
sobre el lenguaje corporal y como hay una influencia bidireccional entre él con
nuestra forma de pensar y sentir. La conferencia la impartía una psicóloga
llamada Amy Cuddy, especializada en el área de la psicología social. La charla
es en inglés pero con subtítulos (en inglés también), por lo que puede resultarte relativamente
fácil entender las líneas generales aunque no domines el idioma. Además, en el
vídeo también relataba una historia de superación personal relacionada con la
temática, lo que hace que la conferencia resulte aún más enriquecedora.
Como dice Cuddy, muchos estudios han
confirmado desde hace tiempo la influencia de nuestros pensamientos y
sentimientos sobre nuestro lenguaje corporal pero la influencia en dirección
opuesta no queda tan clara. Es decir, está mucho menos investigado si nuestras
posturas, nuestro lenguaje no verbal influye (y hasta qué punto) en cómo pensamos y sentimos.
Por ejemplo, es de sobra conocido
que cuando nos sentimos poderosos y orgullosos, tenemos una tendencia natural a
abrir nuestro cuerpo (extender/levantar los brazos, levantar la barbilla, sacar
pecho) y cuando nos sentimos inferiores, indefensos o vulnerables, tendemos a
encogernos (brazos pegados al cuerpo o
cruzados, bajar la barbilla/cabeza). Esto mismo sucede en el reino animal, por
lo que se deduce que es algo evolutivo. Además, se ha comprobado que personas ciegas
de nacimiento, y que por lo tanto jamás han podido aprender esas posturas por aprendizaje
vicario (imitación), tienden al mismo lenguaje corporal según se sientan de una
forma u otra.
En consulta también observo mucho
del lenguaje corporal de mis pacientes porque obtengo información valiosa. A veces sé cómo ha ido la
semana nada más abrirles la puerta. En determinadas ocasiones tampoco necesito
que me digan lo que piensan o sienten según lo que les comento porque su
lenguaje no verbal ya me lo está diciendo antes de que hablen y es entonces cuando
me adelanto y les pregunto qué no les cuadra, cuál es el pero ... ( y pocas veces suele fallar)
En el vídeo, Cuddy habla sobre el
experimento que llevaron a cabo para estudiar si las posturas/lenguaje corporal
puede influir y hasta qué punto en nuestra forma de pensar y de sentir. En
su investigación, comprobaron que cuando las personas se ponían en posturas que
indicaban control y poder (ojo, solamente con dos minutos en esa postura) , el
cortisol (la llamada hormona de estrés. Los niveles de
cortisol aumentan cuando estamos estresados) disminuía de forma significativa y los niveles
de testosterona (hormona relacionada con
el poder, control y dominio) aumentaban significativamente.
Lo contrario ocurría cuando las
personas adoptaban posturas de vulnerabilidad e inferioridad: el cortisol
aumentaba de forma significativa y la testosterona bajaba, también de forma
significativa.
También llevaron a cabo un estudio
similar en un contexto de entrevista de trabajo y los resultaron apoyaron la
hipótesis: nuestro lenguaje corporal puede cambiar nuestra mente, nuestra forma
de pensar y sentir ( lo que a su vez repercute en nuestra forma de actuar). Y por su puesto influye en cómo los demás nos perciben y en según qué ocasiones importa mucho más que el contenido de nuestro discurso.
Y el vídeo alude a una cuestión
que es muy cierta. Cuando uno escucha esto piensa: "Ya pero eso es como artificial. No quiero fingir. Es.... falso,
no sería yo en realidad, esas cosas tienen que salir de forma natural" Y
aquí es cuando Cuddy dice algo muy
inteligente desde mi punto de vista: No
finjas hasta hacerlo, finge hasta convertirte en ello.
Si tienes un rato, te animo a que
eches un vistazo al vídeo. Vale la pena.

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Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
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