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Hace ya bastantes posts te hablé de una
estrategia terapéutica llamada Intención Paradójica (IP) pero si mal no
recuerdo no he escrito nunca sobre la Parada del Pensamiento (PP). Ambas,
supuestamente, se han utilizado para tratar las obsesiones o rumiaciones. Cuando hablo de
obsesiones/rumiaciones no me refiero únicamente al Trastorno Obsesivo Compulsivo
(que ya es un habitual de este blog) sino a las
rumiaciones en general, a esos
pensamientos que vienen en espiral, a los que doy vueltas sin parar, me generan
malestar y nunca llego a una conclusión o solución permanente. Y además, me
interfieren en lo que sea que esté haciendo. A esos me refiero.
Bien, pues yo suelo usar la IP como una estrategia más
en según qué casos. No la uso nunca como estrategia principal. La IP suele dar
buen resultado aunque no en todos los pacientes y tiene que venir acompañada de
otras estrategias principales (exposición, experimentos conductuales, Diálogo
Socrático...) . Te recuerdo que el objetivo de la IP es postponer los
pensamientos, no suprimirlos. Es decir: "Vale,
me doy permiso para darle vueltas al tema pero luego, a la hora que me he guardado para
ello" Esto me permite por un lado centrarme en lo que estoy haciendo
en ese momento y por otro, comprobar que la gran mayoría de veces lo que creía
que era una urgencia, con las horas deja de serlo.
Yo la uso en TOC, en Trastorno de
Ansiedad Generalizada, en personas que simplemente tienen un alto grado de
ansiedad por uno o varios temas en
concreto... Si quieres recordar cómo se
llevaba a cabo paso por paso, clica
aquí.
La PP es otra historia. No la uso
nunca porque es una estrategia que se consideraba eficaz antaño y con el paso
del tiempo y las investigaciones correspondientes se ha visto que no es así. La
PP se basa en suprimir (que no postponer) los pensamientos negativos o
ansiógenos. Es decir, obligarme a no pensar en lo que genera malestar. Se hace
a través de la asociación de un pensamiento negativo con un pequeño castigo (el
típico ejemplo es la gomita elástica en la muñeca y estirarla cada vez que me
surja el pensamiento a eliminar) con el objetivo de que disminuya poco a poco la
aparición de dicho pensamiento (condicionamiento operante puro y duro). Esto no
suele funcionar porque se ha comprobado que cuando intentamos suprimir
pensamientos que nos generan ansiedad,
estos vuelven con más fuerza. El cerebro nos responde tipo: "¡No quieres
caldo, pues toma dos tazas!" El ejemplo típico que ilustra este efecto
rebote es aquel de: "No puedes pensar en un oso blanco a lo largo de una hora, piensa en el animal/objeto /persona
que quieras, en todo lo que se te ocurra. Salvo en un oso blanco" Con lo
que te he explicado, puedes deducir lo que pasará.
¿Tanta es la diferencia entre una
y otra? Sí, porque una atrasa el momento y la otra intenta suprimirlo. La
primera es difícil pero la segunda todavía aún más porque implica tener algo
que el ser humano no tiene: TOTAL CONTROL DE LOS PENSAMIENTOS. Ya lo hemos
hablado, controlar nuestra mente es una ilusión (y de esa ilusión derivan
muchos trastornos) y mucho más si estamos en un estado ansioso porque entonces
somos más vulnerables, ya que nuestros recursos cognitivos disminuyen (temporalmente) debido
a la ansiedad o simplemente los utilizamos incorrectamente. Con lo que si ya de
por sí una persona sin ningún problema psicológico va a fracasar intentando
controlar al 100% lo que pasa por su cabeza, imagínate una persona con algún tipo de
problema, en situación vulnerable.
Conclusión: las estrategias para
suprimir o eliminar pensamientos en estados ansiógenos no nos van a resultar
útiles y van a frustrar aún más al paciente.
Tomemos nota de ello.

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Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
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