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De las tres, mi preferida es el ficus que tengo en la terraza. No es especialmente bonito pero le tengo cariño por ser un superviviente.
Hace un año se puso muy feo, se le
cayeron casi todas las hojas y pregunté a quién me lo regaló que qué le pasaba. Me dijo que tenía un parásito, que
no tenía solución y que se moría. Me sugirió que lo tirara y comprara otro. Me
dio pena... Ese ficus me había acompañado
desde los inicios de mi consulta.
Llámame sentimental pero me negué y me dije que me esperaría a que se
marchitara hasta la última hoja, por si acaso.
Y con el tiempo parece ser que mi ficus fue más fuerte que su parásito porque empezaron a nacerle hojillas nuevas y a recuperar su color. A día de hoy está perfecto. No se puede decir que sea el más bonito ni el más frondoso pero desde luego es un superviviente y a mis ojos eso le hace especial. Cuando lo miro me siento orgullosa y me digo que todos tenemos nuestras rarezas porque no creo que mucha gente se sienta "orgullosa de su planta". O sí. A saber...
Y con el tiempo parece ser que mi ficus fue más fuerte que su parásito porque empezaron a nacerle hojillas nuevas y a recuperar su color. A día de hoy está perfecto. No se puede decir que sea el más bonito ni el más frondoso pero desde luego es un superviviente y a mis ojos eso le hace especial. Cuando lo miro me siento orgullosa y me digo que todos tenemos nuestras rarezas porque no creo que mucha gente se sienta "orgullosa de su planta". O sí. A saber...
En Japón hay una técnica llamada
Kintsugi que consiste en el arte de reparar objetos con polvo de oro, de forma que el objeto roto y
luego recuperado recobra un nuevo aspecto que intenta recalcar el valor y la
belleza de esas fracturas arregladas, de las cicatrices. Lo que es una técnica
parar reparar obras de arte y similares, en realidad representa una filosofía
de vida que pretende transmitirnos el valor que tienen las heridas de guerra fruto de las batallas que libramos y que nos convierten en una versión más fuerte de nosotros mismos. Marcas que, visibles o no, aumentan
nuestro valor como seres humanos. O como seres vivos... porque ahí está mi
ficus para dar ejemplo.
En general, a las personas nos
gusta vivir una vida tranquila, sin
problemas. Creemos que mientras "nada nos toque", todo irá bien y
seremos medianamente felices. Obviamente esto es cierto en parte y está muy bien: si no tienes/has tenido problemas y además eres feliz, pues eso que
te llevas. Pero para bien o para mal la vida es un continuo reto que nos pone a
prueba en muchos momentos y lo hace cómo y cuándo se le antoja. Y es ahí cuando
debemos mostrar nuestra fortaleza. Tengo muchos pacientes que me preguntan si volverán a ser los mismos porque
creen que no van a conseguir salir del agujero en el que se encuentran. Yo creo
que cuando salimos de un problema relativamente importante la persona no puede ser la misma que antes. Tiene una experiencia
añadida que le ha marcado y si ha conseguido superarla es porque muy probablemente haya
aprendido recursos, características de sí misma y lecciones de vida fruto esa experiencia.
Mi ficus tendrá con toda seguridad un sistema inmune más fuerte ahora que antes del parásito, ese sistema inmune renovado y más fuerte es el polvo de oro de mi planta. Lo que uno aprende de sí mismo en la arena de combate, las lecciones que uno aprende de la vida mientras lucha y los recursos que adquiere y entrena para ganar la batalla, son lo que le convierten en un Ave Fénix. Así que no, no vas a ser el mismo, sino una versión renovada, más fuerte y más sabia.
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Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
www.profesionaldelapsicologia.es
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