Antes de esa edad los niños no suelen llorar sino que preguntan reiteradamente por el fallecido (dónde está y cuándo volverá) porque más que tristeza, los sentimientos que destacan son la perplejidad y la confusión. Existen unas pautas generales de ayuda a la hora de comunicar y tratar el
fallecimiento con el niño:
1. Explicar con
honestidad, suavidad y pocas palabras lo
que ha pasado. No hay que caer en el error de sobreproteger al pequeño, por lo
que no hay que mentirle diciéndole cosas como que "está de viaje", o
"volverá en un tiempo" porque este tipo de falsas explicaciones
pueden complicar el duelo. Sinceridad a la par que suavidad y siempre teniendo
en cuenta la edad del niño, ya que un niño de 3 años no se concibe la muerte como
lo pueda hacer un niño de 9.
2 No se
debe prohibir al niño acudir al funeral
o formar parte de rituales relacionados,
ya que esto le ayudará a comprender y aceptar
mejor la situación. Tampoco se le ha de obligar si el niño no quiere formar
parte de los mismos. Es decir, hemos de darle la oportunidad de poder escoger
hasta qué punto quiere participar en el proceso y de qué manera quiere hacerlo.
3. Hemos de
permitir al niño que exprese sus emociones con libertad, bien a través del
llanto, del enfado o de la palabra (de
qué forma lo exprese dependerá mucho de la edad). Entre adultos y con el niño
hemos de intentar hablar de la persona fallecida con la mayor naturalidad
posible para ayudar a que el niño se sienta libre de hablar de ella también, evitando así que el
tema se convierta en un tabú.
4. Hemos de
tener cuidado con el sentimiento de culpa que pueda generar el propio niño. A
veces en algún momento de enfado en el pasado el niño puede haber pensado o
dicho algo relacionado con la muerte de esta persona y sentirse culpable tras
el fallecimiento. Hay que enseñarles e insistir en diferenciar la realidad del
deseo, y en tener un buen criterio sobre el poder de los pensamientos para que
el duelo tenga un curso normal y no patológico.
5. Las
demostraciones de afecto del adulto al niño son esenciales, con lo que abrazos, besos,
caricias o cualquier muestra de cariño
no son solo bienvenidas sino necesarias. Tampoco hay que esconderles el
dolor, si el adulto esta triste o tienes ganas de llorar, puede expresarlo
delante del niño.
En cualquier caso, si viéramos que pasan los meses (no antes: cuidado con convertir en patologías procesos que son normales) y se mantienen/agravan ciertas conductas disfuncionales (absentismo escolar, rabietas que se mantienen y se van agravando con el tiempo, llanto excesivo, sintomatología física que no se explica por causas fisiológicas...), sería conveniente acudir a un profesional para que evalúe el pequeñ@ y, en caso de que la situación lo requiera, asegurarnos de lo que está interfiriendo en el proceso para poder solventarlo de la manera más adecuada.
Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
www.profesionaldelapsicologia.es
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