Hace un par de días me encontré entre los folios de
una carpeta una hoja de libreta doblada y desgastada. Estuve a punto de
tirarla pensando que era algún borrador mío cuando me di cuenta de que era la
tarea de un paciente que tuve hace ya algún tiempo. La repasé con
cierta pena, preguntándome qué sería de la vida de aquella persona. Era un
hombre alemán de unos 50 años (al que llamaremos Hannes) que llevaba casado 20 años con su mujer, también alemana. Se casaron jóvenes y tuvieron hijos pronto. El caso es que Hannes me
contactó porque llevaba enamorado de otra mujer desde hacía años y mantenía
con ella una relación extramatrimonial. Cuando hablamos
por primera vez, me dijo que su mujer sabía la verdad, que se lo
había contado y que él venía a terapia para que yo le ayudara a tomar una
decisión: su mujer y su hogar, o la persona a la que amaba.
Decirte que la mujer de Hannes, a pesar de conocer las
circunstancias, quería salvar su matrimonio y su familia a toda
costa. Por otra parte, la amante de mi paciente también estaba al tanto de toda
la situación desde siempre y quería que el hombre al que amaba (y esperaba) construyera
una vida con ella. Las dos posturas eran comprensibles, ambas tenían un objetivo personal y cada una luchaba a su manera por lo que quería.
Por conversaciones con compañer@s, sé que a veces resulta
difícil no hacer ciertos juicios morales en casos como este, bien sea por la
educación que ha recibido el profesional o por sus propias experiencias
personales. No se trata de ser mejor o peor psicólog@, simplemente algunos
casos pueden superar al ser humano que hay detrás del profesional. Si es el
caso, siempre conviene derivar el paciente a otro compañer@. Desde mi punto de vista, no creo en "buenos ni malos" cuando se refiere a cuestiones
sentimentales. Los sentimientos son los que son y nosotros decidimos qué hacer con ellos. En lo que sí creo es en responsabilizarse de esos
sentimientos, ser honesto con ellos y gestionarlos lo mejor que se pueda para
hacer el menor daño posible, tanto a uno mismo como al resto de los implicados,
sobre todo si hay hijos de por medio. Y ese fue uno de los objetivos en este caso.
Tras un par de sesiones con Hannes, empezamos a trabajar en la
toma de decisión. Le pedí una lista escrita de los pros y contras de
estar en pareja con cada una de esas dos mujeres. Y aquí es donde
vamos a parar con la hoja que me encontré. En ella se
veía reflejado que mi paciente estaba muy enamorado de
su amante y que esta persona satisfacía sus necesidades
intelectuales, emocionales y físicas. Tenían proyectos de futuro conjuntos,
intereses compartidos, ilusión por ambas partes y un largo etc. Solo había un punto negativo, solo uno de una larga
lista: "RIESGO". En el caso de
la relación con su esposa, la mayoría de los puntos eran negativos. La pareja
no funcionaba desde hacía mucho tiempo pero había un punto positivo a favor: "SEGURIDAD". Nunca hay que subestimar el valor que la seguridad y la estabilidad tienen para el ser humano, aunque sea la propia felicidad la que esté en juego. Mi paciente sabía perfectamente lo que quería pero
le paralizaba el miedo y la culpa.
Romper su matrimonio y abandonar su hogar (que no a sus hijos, claro está) representaba un cambio muy importante y también un riesgo.
Recuerdo que un día le dije algo que traducido al castellano vendría a ser lo siguiente: "El problema que
tenemos aquí no es la decisión, sino que lo quieres todo. Quieres irte con ella
sin herir a nadie y con garantías de seguridad. Estaremos atascados hasta
que aceptes que esta decisión implica un riesgo y que no puedes tener a
todo el mundo contento con ella. Las decisiones implican ser consecuente, que
muchas veces es la parte más complicada ". Me dio la razón, los
dos sabíamos que la decisión estaba tomada desde hacía tiempo y que lo que nos impedía avanzar eran razones de fondo que había que seguir trabajando antes de dar un paso en falso y causar más daños de los necesarios. El corazón de Hannes lo tenía claro pero su mente no.
Después de unos meses de trabajo, decidimos juntos una
fecha para llevar a la realidad su decisión: separarse de su esposa e irse a
vivir con la persona de la que estaba enamorado y con la que tenía un proyecto
de vida. Él me dijo que ya estaba decidido, que ya eran años pensándoselo y que no podía
retrasarlo más porque no iba a cambiar nada y estaba haciendo daño a otras personas. Dejamos varias semanas de margen
y quedamos para la próxima sesión, en la que supuestamente ya habría empezado "su nueva vida". Esa sesión nunca tuvo lugar ya que
semanas antes me escribió diciéndome finalmente se quedaba con su esposa
y que me agradecía mucho mi apoyo y ayuda.
Hannes había cambiado su decisión poniendo por delante el
miedo a su felicidad. Lo entendí perfectamente aunque admito que sentí cierta
tristeza porque conocía en profundidad su pensar y su sentir en el tema. Le respondí que si en algún momento volvía a necesitar mi
ayuda, que no dudara en contactarme y me despedí de la forma más honesta que encontré, al mismo tiempo que intentaba no opinar ni juzgar la situación:
"I hope you are the happiest
possible with your decision"
(Espero que seas lo más feliz posible con tu decisión )
Me pregunto que será de "Hannes", quizás en este tiempo decidió vencer sus miedos e ir en busca de su felicidad. Quién sabe.
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Instagram: sarallorenspsicologa
Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
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