Cuando dices que te dedicas a la psicología, la gente hace ciertas preguntas y algunas de ellas suelen ser muy frecuentes. Hoy me apetece comentarte algunas de ellas, sobra decir que únicamente es mi punto de vista y experiencia personal /profesional (y la de algunos compañer@s con l@s que he compartido estos temas). Vamos con algunas...
En mi caso en concreto reconozco que he sabido desconectar casi por completo desde que empecé a ejercer, lo que considero una suerte porque recuerdo que al principio era algo que me preocupaba no saber hacer, supongo que como a la mayoría de mis compañeros cuando empiezan. Tengo compañeros a los que les cuesta más pero siempre se esfuerzan en alcanzar cierto grado de desconexión de los casos que tratan por su propio bienestar. Ojo, no hay que confundir esta desconexión de la que hablamos con una falta de interés por los pacientes. Nada más lejos de la realidad. Se trata de saber poner límites.
Otra de las preguntas que me han hecho en varias ocasiones es la de si yo misma voy a un psicólogo. A veces me lo preguntan pensando que al oír tantas situaciones problemáticas, el psicólogo puede necesitar terapia para cuidar su propia salud mental. En otras ocasiones lo hacen porque hay gente que piensa que los terapeutas deberíamos pasar por terapia, la necesitemos o no, como “parte obligada" de nuestra trayectoria profesional. No voy a un psicólogo. Sí que es verdad que este tipo de trabajo demanda una gran cantidad de energía mental y emocional, sobre todo cuando se lleva un ritmo laboral relativamente alto. Recuerdo que en el pasado siempre me comentaban cosas como “Es una profesión dura, yo no podría” y recuerdo que todas y cada una de las veces que me han hecho este comentario, siempre se me ocurrían decenas de profesiones mucho más duras que la mía. Y si bien sigo pensando lo mismo, a día de hoy puedo afirmar que este trabajo te tiene que gustar porque realmente requiere una alta demanda de energía. Si te gusta, el resto compensa.
Otra cuestión que surge a veces es si he llorado en consulta. Considero que como profesionales debemos intentar aguantar, aunque hayan situaciones en las que a veces se hace muy difícil. Desde mi punto de vista, el paciente tiene que tener al psicólogo como un pilar fuerte, una base sólida en la que apoyarse hasta que encuentre la suya propia. El paciente tiene que sentirse cómodo llorando sin necesidad de preocuparse por los sentimientos que ese desahogo pueda provocar en el profesional que lo trata. En la sesión la atención ha de centrarse en una persona y esa no es el terapeuta.
Me habrá pasado dos o tres veces a lo largo de mi trayectoria pero admito que se me han puesto lágrimas en los ojos al ver llorar delante mío a alguno de mis pacientes y he llegado a escribir alguna nota o mirar unos segundos hacia otro lado para evitar que esas lágrimas cayeran. Con los años de ejercicio, el impacto que te causa ver llorar a una persona en consulta no es el mismo que al principio. Si no fuera así, sería una locura para el profesional. Sin embargo, normalizar algo por estar habituado a ello no te hace inmune...
Ah sí..- se me olvidaba... También está la pregunta del millón: “Verás muchas rarezas ¿no? Porque la gente está muy mal". Me vas a perdonar pero "las rarezas" me las suelo encontrar más bien fuera de consulta. Mi respuesta siempre ha sido la misma hasta ahora: la verdad es que no, viene gente muy normal (si es que eso de normal significa algo). El 90% de la gente que viene a terapia suelen ser personas inteligentes, con sentido común y “bien amuebladas" pero con problemas que no logran resolver por sí mismos y piden ayuda. Nada más. Siempre hay excepciones pero, como he dicho, me encuentro muchas más "excepciones" fuera de mi trabajo.
Probablemente tras publicar este post se me ocurran más preguntas pero aquí están algunas de las más frecuentes. Algún día haré alguno sobre las falsas ideas que mucha gente tiene sobre nuestra actividad...
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