Desde que comencé el blog, han sido varios los posts que he
dedicado a la toma de decisiones y a todo lo que la rodea. Hemos hablado de la
dificultad de decidir, del por qué les
cuesta tanto a algunas personas, qué perfiles de personalidad son los más indecisos, cómo
llevar a cabo una buena toma de decisión cuando estamos atascados y de aprender
a ser consecuente con las propias decisiones. Para mí este tema es importante porque creo que
saber tomar decisiones y ser
consecuente con las mismas es un punto crucial para nuestro bienestar psicológico y para nuestra felicidad en general.
Mª José tiene 55 años y se siente muy desgraciada. Tuvo un
divorcio muy problemático hace años y desde entonces no ha estado con nadie. La
relación con sus hijos es muy difícil. No le gusta su trabajo y admite que
nunca se ha sentido una persona feliz, ni cuando tenía 30 años ni ahora. Nunca.
"Siempre he esperado a que algo bueno sucediera... pero nunca sucede
nada". Mª José podría cambiar muchos ámbitos de su vida, podría trabajar
para mejorar muchas de las cosas que le rodean con el objetivo de conseguir, o
al menos acercarse, a ese "algo
bueno" que lleva esperando toda la vida. Sin embargo, su actitud es
quedarse a la espera de que las cosas cambien, de que le toque la lotería sin
comprar papeletas.
Javier tiene 47 años, un buen trabajo, tres hijos y una mujer
que le quiere y que le cuida. Sin embargo, Javier vive con una insatisfacción
vital permanente. No le encuentra sentido a la vida. Sabe que objetivamente no
puede tener queja, que muchos matarían por tener lo que él tiene pero sin
embargo no es feliz. Piensa que si volviera atrás escogería otra forma de vida.
Javier es un buen padre y un buen marido, hace todo lo que tiene que hacer pero
por dentro se va consumiendo y emocionalmente se va alejando de todo lo que le rodea.
Se siente atrapado porque su sentido de la responsabilidad hacia su familia le
hace imposible hacer un cambio vital radical pero al mismo tiempo no hacerlo
supone sentirse tremendamente vacío y desgraciado.
Javier deja pasar las semanas, los meses... a la espera de que sus sentimientos
cambien de alguna manera porque no se ve capaz de hacerlo de otra forma.
Pablo, 37 años, tenía sentimientos importantes hacía Lucía y ella por
él también. Él vivía en Bélgica y ella en España. Ella quiso intentarlo pero
Pablo no se veía capaz de una relación a distancia. Él quiso mantener una
amistad pero a ella le resultaba imposible porque no podía verlo como un amigo,
así que Lucía rompió el contacto y siguió con su vida. De eso hace ya un año y aún a día de hoy Pablo entra cada día al canal Youtube que
tiene Lucía para ver si ha subido un vídeo nuevo. Cada día por la mañana él entra
con la esperanza de "verla" y así poder saber algo de ella. "Pienso
en ella, la echo de menos. Es alguien importante para mí,
aún lo es". Pablo tiene un asunto pendiente con este tema, aún no ha cerrado la puerta porque no quiere hacerlo pero tampoco está dispuesto a apostar por una relación con Lucía, así que se queda de espectador tras la pantalla, nunca mejor dicho.
Mª José, Javier, Carina y Pablo son casos muy distintos pero
todos tienen algo en común: actúan como sujetos pasivos de su propia existencia. En mayor o menor grado, todos ellos podrían
cambiar sus circunstancias pero deciden no hacerlo porque se mueven más por sus
temores que por la búsqueda de su propia felicidad. Y es que en más ocasiones de las que creemos, la búsqueda de la propia felicidad puede representar una gran desafío para todo aquel que se atreva a ir a su encuentro.
Sé que más de un lector/a se sentirá identificado con el tema y probablemente con alguna de las situaciones de nuestros cuatro protagonistas. Si es el caso, que eso nos invite a la reflexión.
Sé que más de un lector/a se sentirá identificado con el tema y probablemente con alguna de las situaciones de nuestros cuatro protagonistas. Si es el caso, que eso nos invite a la reflexión.
![]() |
Con posibilidad de terapia on-line |
Comments
Post a Comment