Anabel acaba de romper con su pareja tras seis años de relación. Está bastante deprimida y agobiada, no tanto por la ruptura sino porque sabe que para sus padres es una prioridad verla con una vida "estable y segura" y eso en la familia de Anabel significa una cosa: emparejada y con hijos. "Siento que les decepciono, me siento responsable de su felicidad. Ellos quieren ser abuelos y sé que mi hermano no quiere ser padre, así que yo soy su única oportunidad, toda la responsabilidad
recae en mí ¡y ni siquiera sé si quiero ser madre! Siento mucha presión porque no estoy llevando la vida que se supone
que debería de llevar. En mi familia siempre se ha dicho que tu vida no está completa
si no estás con alguien y formas una familia" A Anabel se le caían las
lágrimas mientras hablaba, le gustaría decirle a sus padres como se siente pero
piensa que les haría daño, así que se lo calla.
Juan ha dejado a Marta de la noche a la mañana sin darle ninguna explicación tras tres años de relación. La realidad es que Juan está enamorado de Marta pero tiene bastantes problemas consigo mismo, empezando por un trastorno bipolar que poco a poco empieza a manifestarse de forma más acuciada. Hubiera podido explicarle a Marta la verdad y pedirle apoyo pero tenía miedo de que ella le rechazara al conocer su problema, así que optó por dejarla sin más, sabiendo que la iba a dejar destrozada.
Patricia "Me gustaría que mi madre entendiera que
estoy haciéndome cargo de responsabilidades que no me tocan para mi edad, me
vienen grandes. Sé que mi madre está sola porque no podemos contar con mi padre
pero yo me estoy ahogando. Lloro todas las noches y he vuelto a empezar a dejar
de ir a clase...Y he vuelto a darme
atracones y vomitar. Y no quiero decirle a mi madre cómo me siento porque
quiero que sepa que puede contar conmigo, no quiero que sienta que está sola
pero la realidad es que estoy al límite"
Pedro "Echo mucho de menos a mis hijos y me gustaría ver más a mis nietos. Me encantaría que naciera de ellos visitarme más, yo no quiero comentarles nada porque no quiero ser una carga"
María se da cuenta de que cada vez que habla con Paula para contarle algo importante que le ha pasado, Paula tiene una gran tendencia a proyectar, de forma que el 90% de las veces María intenta compartir algo, acaban hablando de la vida de Paula sin que esta se dé cuenta siquiera. María no se atreve a decirle algo a su amiga por miedo a que se enfade o a herirla pero a la vez nota que cada vez comparte menos cosas de su vida con ella porque cuando lo hace no se siente escuchada.
Se supone que la capacidad para razonar y el uso del lenguaje no solo nos distingue del resto de los animales sino que nos convierte en los más inteligentes. Es verdad que dominamos el uso del lenguaje pero la calidad de nuestra comunicación es otra historia. La realidad es que nos comunicamos bastante mal. Por supuesto no todos y no siempre pero nuestra comunicación es bastante mejorable.
En muchas ocasiones al comunicarnos manipulamos; mentimos; otras evitamos decir lo que pensamos y lo que sentimos por miedo al rechazo, a la decepción, al enfado, a provocar tristeza en el otro; ocultamos y callamos por miedo al juicio ajeno; hablamos demasiado y escuchamos muy, muy poco... prestamos poca atención a lo que nos dicen porque estamos demasiado ocupados en nosotros mismos, en lo que pensamos, en lo que sentimos, en lo que tenemos que decir a continuación; muchas veces tampoco nos fijamos en el lenguaje no verbal de nuestro interlocutor, que nos está diciendo a gritos lo que quizás no se atreve a decirnos con palabras, o no sabe; estar callado mientras el otro nos cuenta no necesariamente significa atender y escuchar con interés genuino a mi interlocutor, porque si solo estoy esperando a que termine para contar mi propia anécdota sobre el tema (a mí también me pasó aquella vez....) entonces no está siendo una escucha activa; en muchas ocasiones hablamos mucho y decimos bien poco; a veces no podemos expresar con palabras lo que pensamos o sentimos porque ni siquiera nosotros mismos lo tenemos claro...
Todos sabemos que entre
las acciones y las palabras, las acciones suelen ganar la batalla. Las acciones
son las que más demuestran y obviamente son una manera más de comunicación. Si
no sabes cómo expresarlo con palabras, hazlo con tus acciones. Sí, pero las
palabras siguen siendo muy importantes. Lo que decimos es importante. Lo que
decimos, también. Y como lo decimos.
La falta de
comunicación deja mucho espacio a la libre interpretación y eso puede dar lugar
a muchos problemas, tanto con un mismo como en las relaciones con los demás. Todo
lo que necesitamos comunicar y no lo hacemos (o lo hacemos pero mal) va acumulándose dando lugar diversos grados de somatización, a rencores, a problemas de autoestima, a distanciamientos con personas que queremos, a sentimientos de soledad y de incomprensión, a explosiones de ira, a rupturas amorosas, a decisiones poco acertadas, a pérdida
de oportunidades... y así con un largo etc. Por no hablar del peso que puede
tener en muchas ocasiones en el
desarrollo y mantenimiento de trastornos más graves.
Si te sientes
identificado con lo que te comento hoy,
te propongo un pequeño ejercicio: piensa en una situación en la que te gustaría
comunicarte de forma diferente a como lo estás haciendo hasta ahora (quizás
algo relacionado con tu pareja, tu jefe, algún amig@ o compañer@ de trabajo...
o quizás con el panadero de tu barrio o el quiosquero, me da igual, la que tú
quieras) e intenta ponerte como reto intentar cambiarla durante los próximos
días. Empieza por algo muy sencillo. Y observa si ese pequeño cambio
imperceptible para el resto del mundo, tiene algún efecto en ti mism@ y en la persona con la que te comunicas.
No soy nada de libros de autoayuda, ni en personal ni de cara a mis pacientes. Sin embargo hay excepciones para todo y casi siempre que entreno la asertividad en consulta, recomiendo el libro de Olga Castañer: Asertividad, expresión de una sana autoestima. Hay centenares de libros sobre las habilidades comunicativas pero este, aunque tiene sus años, me gusta especialmente por la cercanía con la que está escrito, los muchos ejemplos cotidianos con los que la autora ilustra lo que explica y los pequeños ejercicios que contiene el libro para practicar lo que va explicando (muy bien explicado, por cierto). Yo suelo usarlo como una herramienta de trabajo más con los pacientes que tienen que mejorar su comunicación y la opinión general sobre el libro suele ser muy positiva. Te animo a que le eches un vistazo si quieres mejorar la forma en la que te comunicas con el resto del mundo.
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