PACIENTES MANIPULADORES



Hoy voy a hablarte de algo que aprendí ya hace bastante tiempo pero de lo que, por alguna razón, soy más consciente en las últimas semanas. No se trata de ningún trastorno en particular sino más bien de lo que entraría dentro de las llamadas “habilidades terapéuticas”. 

Hay algo llamado rapport, término que cualquier estudiante  debería conocer y cualquier profesional debería dominar. Dentro de esta alianza paciente-terapeuta o rapport, al principio   uno siempre se suele guiar por las directrices que le han enseñado, tanto a nivel de lenguaje verbal como no verbal: postura, tono de voz, contacto visual, paráfrasis, clarificaciones… y un largo etc. que conviene poner en práctica en consulta si uno quiere conseguir causar cierta impresión, especialmente en las primeras visitas.

A estas pautas yo las llamaría “las capas superficiales de la cebolla”, que dentro de lo que cabe son fáciles de llevar a cabo y además muy lógicas. Lo que es más complicado y no te enseñan en la universidad  son las “capas profundas”. Dentro de estas últimas nos encontramos con que lo que sirve para un paciente ¡resulta que no tiene nada que ver con lo que sirve para otro! La típica frase de “Cada persona es un mundo” es una gran realidad que se suele descubrir pronto a lo largo de la vida pero manejar  esa realidad… puede llegar a convertirse  en ardua tarea a la hora de hacerlo en consulta, especialmente porque tu objetivo no es la simple escucha o una charla para pasar el tiempo sino que tu meta es cambiar los aspectos problemáticos de la vida de la persona que se encuentra al otro lado de la mesa. 

El primer paso para ello es conectar y dentro de esa conexión nuestros argumentos y formas han de convencer lo suficiente para  ganarnos la confianza del otro y motivarle para que así realice los cambios que le pedimos.
El problema, o más bien como lo veo yo sería EL RETO, es que antes que psicólogos somos personas y como tales tenemos nuestra propia forma de pensar, sentir, expresar, explicar, argumentar etc.  Algo de lo que HASTA CIERTO PUNTO puedes despojarte una vez entras por la puerta de tu consulta, pero no del todo. Como consecuencia hay pacientes con los que conectas mejor y más rápido y otros con los que no tanto.  Con los primeros es más probable que la terapia fluya más y los segundos requieren un mayor esfuerzo por nuestra parte.

Por ejemplo, un paciente manipulador. No  hablo de manipulación con connotación negativa sino de personas que dominan el arte de manipular y que forma parte de su personalidad aprovechándolo para conseguir sus objetivos, como otros aprovechamos otras características nuestras para lograr nuestras metas. Bien, yo no soy nada manipuladora, soy transparente como el agua y bastante directa (algo que dependiendo de la situación puede  verse o no como cualidad) por lo que cuando me encuentro con una persona manipuladora en sus argumentos y su forma de actuar, me es difícil darme cuenta y también manejarlo una vez me percato. Por ello he de utilizar otras características de mi personalidad que conozco y domino para conseguir que el paciente no acabe dirigiendo la terapia ni “llevándola a su terreno”.  Me acuerdo de un caso reciente dónde veía claramente signos de manipulación hacia los objetivos de la terapia. No podía ser directa porque expresarle explícitamente al paciente “creo que estás manipulando la terapia para desviarte de los objetivos” no hubiera sido inteligente  y hubiera resultado ofensivo hacia la otra persona. Sin embargo, en este caso mezclé  varias estrategias que afortunadamente dieron buen resultado:

Disco rayado: El paciente se desviaba, dándome a entender que no era él quién necesitaba terapia e intentaba cambiar los objetivos desviándolos a sus familiares y allegados. Yo no dejaba de repetir los objetivos establecido, cada vez de forma distinta le recordaba las principales razones para estar  allí.
Reconducir el discurso: cuando veía que se iba por las ramas reconducía el diálogo hasta dónde yo quería, tantas veces como fuera necesario.

Cuando la persona culpaba a otros de su desdicha y empezaba a hablarme de los problemas de sus allegados,  le recordaba que era ella la que me había pedido ayuda y no los demás. Podemos ayudar e  influir en los pensamientos, sentimientos y actuaciones de quien nos pide ayuda, no de las personas que no lo hacen.

En desacuerdos: Dar la razón y ceder en temas poco importantes y que ves que te están impidiendo avanzar. Si es un tema importante dónde ves que no va a haber acuerdo y plantarte no va a dar resultados positivos, mejor déjalo para una próxima sesión para pensar en posibles estrategias.

En próximos posts hablaré de otras clases de pacientes que por una razón u otra pueden resultar más complicados.

Sara Llorens Aguilar
sllorens@cop.es

Comments

  1. Al final se trata de "manipular" al manipulador para conseguir el objetivo?
    Me gustará conocer tu opinión como profesional: las personas manipuladoras, manipulan de forma consciente? Son así de frías y calculadoras o es algo inconsciente o automático?
    Gracias.
    Un texto muy interesante

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