Ha pasado mes y medio desde mi último post. El mayor tiempo que he estado sin escribir desde que abrí este blog. Varios de vosotros me habéis preguntado, así que pido disculpas por la ausencia de publicaciones. Me gustaría decir que ha sido debido a unas largas vacaciones pero no ha sido el caso.
Éste es un post diferente al
resto. Contiene un escrito, una carta, de una persona cualquiera que acaba de
sufrir la que ha sido la mayor pérdida
de su vida hace unas pocas semanas. Ya hemos hablado del duelo en anteriores
ocasiones pero nunca de esta manera. Este post no habla de estrategias
terapéuticas ni factores de ningún tipo, no habla de causas ni de estadísticas. Ni siquiera habla de cómo la persona trabaja su duelo.
Es una simple carta de alguien que ha decidido plasmar sus sentimientos sobre
el papel a modo de desahogo, con la
esperanza de que quizás ayude a otros, bien a llorar lo que a
veces no nos permitimos, bien a sentirse identificados o quizás incluso a compararse y darse cuenta de que ya lo han
superado o que están en el camino.
Me he pensado mucho si publicarlo o no por varias razones, principalmente porque creé el blog desde una perspectiva profesional, no personal. Sin embargo, a veces, creo que es inteligente e incluso necesario hacer excepciones en según qué situaciones. Y yo siento la necesidad de escribir este post antes de publicar cualquier otro y dejar que el blog siga su curso, que es lo que tiene que hacer.
Lo bueno del blog es que la tinta no se emborrona por muchas lágrimas que uno derrame, de otra forma este post sería ilegible.
-----------------
Dicen que nadie te prepara para esto y en este caso la gente tiene razón. No sabría
por dónde empezar a explicar cómo uno se siente cuando se pierde a un padre de
la noche a la mañana. Así, sin más. La vida te lo quita y no te pide opinión.
Nadie te pide permiso, nadie te pregunta. Te lo quitan y ya está. Es
sorprendente como una simple llamada, una sola llamada puede cambiar todo tu
mundo. Cuestión de segundos. Y tú no puedes hacer nada. Absolutamente nada. Te
quedas ahí, aparentando fortaleza porque piensas que es la única manera de
resultar útil a las personas que más quieres y a las que ves derrumbarse como nunca antes habías visto. No le
deseo esa experiencia a nadie. Es un sentimiento de tristeza y de impotencia absolutos.
Sientes que quieres protegerlos, cuidarlos para que no sufran lo que están sufriendo pero la realidad es que no puedes hacer nada, salvo estar.
Todos te ponen la etiqueta de fuerte y tú al final te lo acabas creyendo y actuando como tal. Pero eso tiene un precio, como todas las etiquetas. Yo siempre he pensado que es mejor llorar a solas, cuando nadie te ve, así uno puede desahogarse con libertad y sin límites, sin hacer sufrir a otros. Porque hay formas de llorar que rompen el alma de quién las escucha.
Todos te ponen la etiqueta de fuerte y tú al final te lo acabas creyendo y actuando como tal. Pero eso tiene un precio, como todas las etiquetas. Yo siempre he pensado que es mejor llorar a solas, cuando nadie te ve, así uno puede desahogarse con libertad y sin límites, sin hacer sufrir a otros. Porque hay formas de llorar que rompen el alma de quién las escucha.
Mi padre era un hombre inteligente, culto, trabajador, honesto y muy leal.
Fiel a sus ideas y a sus principios. Era una persona muy transparente
y protectora de los suyos. Un pilar fuerte en el que apoyarte. Generaba mucha
confianza por su fortaleza y por su compromiso, porque cuando mi padre se
comprometía, ya podía acabarse el mundo, que él cumpliría con lo suyo antes.
Tenía mucho carácter y mal carácter, ambos, y el segundo fue motivo de numerosas discusiones a lo largo
de nuestras vidas, aunque afortunadamente los dos nos apaciguamos con los años, él al envejecer y yo al crecer. Era como discutir con tu imagen en el espejo, ninguno de los
dos iba a convencer al otro. Siempre nos hemos parecido mucho, quizás
demasiado. Pero a pesar de nuestros desencuentros, nos queríamos mucho. Debí
decírselo más veces de las que se lo dije.
Es raro explicar cómo uno se siente cuando pierde a alguien de esta manera pero es más difícil explicarlo cuando te has parecido e identificado tanto con la persona que se ha ido.
Es raro explicar cómo uno se siente cuando pierde a alguien de esta manera pero es más difícil explicarlo cuando te has parecido e identificado tanto con la persona que se ha ido.
Adoro mi profesión. Me encanta lo que hago, me hace feliz. Sin embargo
no era lo que él en un principio quería para mí. Quería que mi camino fuera por
otros derroteros y durante algunos años fue así pero como él bien me dijo una
vez "no se pueden cortar las alas a un pájaro", así que reconduje mi
vida para estar donde estoy ahora. Y él, a pesar de no estar de acuerdo, a
pesar de que pensaba que me equivocaba, que lo más seguro y lo más acertado era
lo que él pensaba (porque si algo caracterizaba a mi padre es que, según él,
siempre tenía razón. Y siempre es siempre) me apoyó. Me apoyó de todas las
maneras en las que una persona puede apoyar a otra. Se resignó y me apoyó
porque era lo que yo quería hacer y él quería que fuésemos felices por encima
de todo. Hizo que el camino para llegar hasta aquí fuera más fácil, menos
estresante, más agradable... eso no tiene precio: facilitar el camino a otro
para que éste alcance sus objetivos y sus ilusiones. Ahora eso sí, intentó
hasta el último momento "hacerme
entrar en razón" (su razón, claro) pero eso era batalla perdida. Somos iguales, personas de objetivos. Y da igual lo que se nos ponga por delante cuando
tenemos uno.
Un sentimiento curioso cuando pasa esto es que mientras tu vida se para, observas cómo la de los demás sigue. Igual que la tuya seguía cuando la de otros se paraba. Te das cuenta de que es la naturaleza humana, de otra forma hubiera sido imposible la supervivencia.
Lo vivo de forma caótica. A veces estoy riendo para empezar a llorar dos segundos después. En un momento dado crees que estás bien pero basta con un mínimo detalle para romper a llorar en cuanto el momento y el lugar te lo permiten. A veces lo vives de forma surrealista, como si lo que te ha pasado, le hubiera pasado a otra persona. Pero te ha pasado a ti. Lo que ocurre es que aún no lo has asimilado y en parte no lo quieres aceptar. Te vienen flashes de los momentos en el hospital, de aquella llamada... Y te vienen recuerdos. Algunos te asaltan y otros los buscas. Recordar es doloroso.
No sé para otros pero para mí la palabra "vínculo" ha adquirido su verdadero significado estas últimas
semanas. Es aquí donde te das cuenta de
verdad de los vínculos que tienes con otras personas. Muchos estaban claros, otros te sorprenden gratamente y alguno
que otro resulta decepcionante. La forma en la que las personas te responden en
un momento así es crucial, para mí ha sido determinante.
La última vez que le vi en condiciones fue en el aeropuerto, antes de mi último viaje. Recuerdo que fue un viaje fantástico, lo disfruté al máximo. Como si la vida misma me estuviera preparando para lo que estaba por venir. A veces, muy pocas, me pregunto qué hubiera hecho si lo hubiera sabido antes... Pero me resulta una pregunta absurda y sin sentido, una pérdida de tiempo porque la realidad es que no lo supimos antes. Y no hay más. Divagar sobre lo que hubiera podido ser no va a traerlo de vuelta ni va a ayudar a nadie.
Yo creía que si pasaba algo así, me moriría de pena. Pero no te mueres, te quedas. Y te guste o no tienes que asimilarlo y superarlo con
el tiempo, el que uno necesite, porque es la única alternativa válida. Estoy convencida de que si me viera me diría "Ahora tienes que ser práctica y fuerte".Pues eso papá, en ello estoy, haciendo lo que puedo.
En memoria de Bernabé LLorens Fuentes
Y con esto empezamos el curso.
Comments
Post a Comment