Cómo tratar la procrastinación

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Hoy vamos a hablar de la procrastinación o más conocida como: "Ya mañana lo hago", "Luego me pongo", "En un rato lo termino"... y derivados varios. Todos postergamos, es algo común que no tiene por qué representar un problema salvo si se lleva al extremo. La procrastinación problemática puede estar asociada a diferentes temas: a veces es simple pereza o dejadez llevada a un cierto límite; otras, se debe a una mala gestión del tiempo; otras está vinculada a miedos o inseguridades (a no ser capaz o no estar a la altura, al fracaso...); a la dificultad en la toma de decisiones;  a la baja autoestima; en las personas de carácter perfeccionista, cuyos estándares de perfección, en muchas ocasiones inalcanzables, les obligan a postergar continuamente; a veces los estados ansiosos y depresivos también se vinculan a la procrastinación... En cualquier caso, se considera disfuncional y desadaptativa, ya que puede llegar a interferir muy negativamente en la vida del paciente a todos niveles: personal, familiar, de pareja, laboral...
Según las investigaciones sobre el tema, la procrastinación se considera más un rasgo de personalidad que un estado, es decir, quién procrastina lo hace independientemente del contextoy la actividad en sí. Para que nos entendamos: está en la forma de ser de esa persona.


En mi experiencia, los pacientes que postergan o procrastinan no vienen por esa razón, vienen por otras y el tema de aplazar acaba saliendo como algo que "suelen hacer y que se dan cuenta de que les causa problemas". A veces,  lo que aplazan son nimiedades, cosas que a priori no tienen ninguna importancia: contestar conversaciones de whatsapp, la inscripción al gimnasio, la revisión médica anual, quedar con un amigo... No es lo que aplazan, sino la actitud general de "ya lo haré luego" porque ese luego muchas veces no llega nunca y en ocasiones eso conlleva algún tipo de problema que la persona hubiera podido evitar de haber hecho las cosas en el momento en que tocaba hacerlas.

Cuando me piden ayuda para cambiar este aspecto, utilizamos varias estrategias, todas ellas muy básicas pero esto es como hacer dieta: todos sabemos lo que hay que comer para perder peso pero aún así, a veces se necesita a un profesional que nos paute un régimen de comidas y nos motive y acompañe  en el proceso.  Una de las estrategias cuando se trata de procrastinar hábitos o acciones que tienen una frecuencia semanal, es hacernos un horario, un planning. El planning en cuestión tiene que cumplir con un requisito básico: ser realista. Cuanto más realista sea, más probable cumplirlo y por lo tanto  más posibilidades de refuerzo positivo. Por ejemplo: si llevas postergando ir al gimnasio un año, ponerte en la primera semana un planning que incluya 4 sesiones de gimnasio semanales, quizás  no sea muy realista, mejor empezar por dos y si vemos que las cumplimos, entonces aumentamos. También tiene que ser realista en cuanto a que las actividades que incluyamos tienen que adaptarse al día a día de la persona, a su rutina.

 
Otra estrategia, ya para temas más puntuales es la de poner fechas límite. Hay personas que reaccionan bien a las fechas de caducidad porque tener esa fecha en el punto de mira les sirve como referente, una pequeña presión para cumplir con su objetivo. A veces, combino esto con el uso de  sistemas de refuerzo  para motivar el cambio. Planeamos una serie de refuerzos o premios proporcionales a los logros a conseguir (proporcionalidad: cumplir con los horarios de estudio  no  equivale a planear un viaje; al igual que lograr finalmente llamar al médico, tampoco  equivale a comprarme una camisa de 200 euros)   intentando que sean lo más accesibles posible en cuanto a inmediatez para aumentar la motivación.

Ya luego, según la causa de base de la procrastinación, se trabaja ya de forma más profunda ciertos esquemas e ideas que promueven y mantienen el problema. Por ejemplo: en el caso de los perfeccionistas, trabajaríamos sus ideas irracionales acerca de la perfección ya a un nivel más general mientras que entrenaríamos al paciente para hacer diferentes actividades a un nivel "no tan perfecto" para luego evaluar las  consecuencias y compararlas con sus predicciones. Por poner otro ejemplo,  si la base de la procrastinación  está en la indecisión, nos centraríamos más en los miedos que hay detrás  y en la práctica de la toma de decisiones, empezando por cosas cotidianas sin importancia para ir subiendo de nivel posteriormente...

En resumen: primero ponemos orden para que la procastinación interfiera lo menos posible en la vida del paciente y luego (o a la par, según el caso)  trabajamos ya a niveles más profundos lo que le  ha llevado a esa situación.





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Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
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