Cuando los susurros se convierten en gritos


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El año pasado fue personalmente muy complicado debido al fallecimiento de mi padre.  Como es normal, esto hizo que  tuviera experiencias muy poco gratas durante muchos meses debido a la ansiedad, el malestar, la tristeza..  a niveles que podrían calificarse  como elevados y que perduraban en el tiempo. Vamos, lo que viene siendo un duelo de toda la vida. Y esto, en mi caso, iba acompañado de un "Yo puedo con todo, lo llevo bien". 
Lo que ocurre cuando ni tu cabeza ni tu cuerpo están preparados para un funcionamiento normal pero a ti no te apetece pararte a escucharlos, es que sus quejas pasan de susurros a gritos con la esperanza de que te pares a  atender sus necesidades, es decir, las tuyas propias.  Y así fue como mi cuerpo se reveló contra mí a través de la somatización de mis emociones. Yo, que como mucho paso por un par de constipados al año,  empecé a tener infecciones con una  facilidad desconocida para mí (de piel, de garganta...), a tener contracturas muy fuertes, perdí bastante peso y el dolor emocional atacó a mi Talón de Aquiles: el sueño. No sé cuantos amaneceres vi pero sé que fueron muchos y tampoco sé cómo lograba mantenerme funcional y activa durante el día pero el caso es que lo conseguía. Con el paso del tiempo y la asimilación de lo ocurrido, los gritos de mi cuerpo fueron convirtiéndose  de nuevo en susurros hasta que, finalmente, a día de hoy, han desaparecido por completo.

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Siempre les digo a mis pacientes que la ansiedad no es grave. A día de hoy todos sabemos que es un sistema de supervivencia del ser humano y que el problema viene cuando ese sistema se activa ante amenazas subjetivas (ej. pensamientos irracionales) y no reales (situaciones que objetivamente amenacen nuestra supervivencia). La ansiedad  asusta y  es molesta porque se manifiesta de muchas y variadas formas, todas ellas incómodas y desagradables. De menos a más llamativas pero no por más llamativas son más peligrosas. En consulta he visto una gama muy amplia de manifestaciones por ansiedad: dolor de estómago, mareos, visión borrosa, diarreas, vómitos (hasta llegar a llenar bolsas), pinchazos, hormigueos, hemiplejías temporales, dolores de cabeza,  falta/exceso de apetito, insomnio, bloque mental (incluso no saber cómo se escribe una palabra como "niño"); falta de deseo sexual, anorgasmia, verborrea, lapsus de memoria/lagunas/despistes básicos...  Como ves, los hay que parecen más graves que otros pero al final siempre son gritos de nuestro cuerpo alertándonos de que algo no va bien. Y  lo digo con tanta seguridad porque cuando una persona acude a consulta por estos temas, en el 99,9% de los casos ya ha pasado por las consultas médicas correspondientes para descartar problemas de tipo orgánico, ya que eso es lo primero a lo que achacamos este tipo de signos. Es normal, sigue habiendo cierta incredulidad  ante la idea de que todo esto puede ser fruto solo de nuestra mente. Pero puede.

Resultado de imagen de amenazaEn todos estos casos hay que focalizarse en  la base del problema, hay que escarbar hasta llegar al núcleo y trabajar en él. El problema de base puede ser cualquier cosa, ya que  la percepción de amenaza es subjetiva y por lo tanto muy variada. Ejemplos de posibles fuentes de ansiedad: problemas de pareja, duelos, bullying, moving, problemas con un familiar, miedo al abandono, problemas de autoimagen, baja autoestima, miedo al fracaso....  Por lo tanto, no tiene mucho sentido focalizarse en las manifestaciones durante el proceso terapéutico, si bien es verdad que a veces podemos emplear ciertos  parches para paliarlas y así facilitar algo el camino. 

Muchas veces el problema clave se manifiesta en la primera consulta porque es muy evidente pero en las últimas semanas he tenido un par de casos nuevos en los que el paciente no lograba identificar el núcleo de la situación, lo que resulta bastante llamativo teniendo en cuenta que se presentaba en consulta con  numerosos síntomas de ansiedad a tal nivel que le impedían funcionar en el día a día con normalidad. En estos casos lo que hago es recurrir a los autorregistros, una especie de diario en el que el paciente refleja cuatro puntos:
  1. Situaciones que me generan malestar (hechos)
  2. Mi intepretación de las mismas (pensamientos)
  3. Cómo me siento en ese momento (emociones)
  4. Qué hago (acciones)
Estos autoinformes  son una herramienta muy valiosa para obtener información importante que puede pasar desapercibida para el paciente y  al mismo tiempo ser clave en el proceso terapéutico.
En cualquier caso, una vez identificado el problema de base, valoraremos cómo trabajarlo y nos centraremos en él para que poco a poco  los gritos de nuestro cuerpo se conviertan en susurros y estos, a ser posible, acaben desapareciendo.



Con posibilidad de terapia on-line



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