¿Sujeto activo o pasivo?


Desde que comencé el blog, han sido varios los posts que he dedicado a la toma de decisiones y a todo lo que la rodea. Hemos hablado de la dificultad de decidir,  del por qué les cuesta tanto a algunas personas, qué perfiles  de personalidad son los más indecisos, cómo llevar a cabo una buena toma de decisión cuando estamos atascados y de aprender a ser consecuente con las propias decisiones. Para mí este tema es importante porque creo que  saber tomar decisiones y ser consecuente con las mismas  es un punto crucial para nuestro bienestar psicológico y para nuestra felicidad en general.

Al borde del precipicioCreo que cuando tomamos decisiones nos convertimos en SUJETOS ACTIVOS de nuestra propia vida.  Existen muchas situaciones en las que no podemos controlar las circunstancias, la vida "nos impone" ciertas vivencias que vienen como vienen y no nos queda más remedio que adaptarnos a las mismas. En estas situaciones  tenemos muy poco poder de decisión o ninguno. Pero también es verdad que en una gran mayoría de ocasiones sí podemos decidir y sí podemos escoger. Y sin embargo, en muchas de estas ocasiones en las que sí tenemos capacidad de decisión, actuamos como SUJETOS PASIVOS de nuestra propia existencia: dejamos que el destino, la vida, el universo, el azar (escoge el que más te guste) decida por nosotros. Nos quedamos como meros observadores de nuestra propia película. Esto suele ser muy frecuente a la hora de tomar una decisión  que nos asusta, que nos da miedo: nos quedamos esperando a que la vida tome la decisión por nosotros. Y así pasan los días... y los años. Y la vida.

Mª José tiene 55 años y se siente muy desgraciada. Tuvo un divorcio muy problemático hace años y desde entonces no ha estado con nadie. La relación con sus hijos es muy difícil. No le gusta su trabajo y admite que nunca se ha sentido una persona feliz, ni cuando tenía 30 años ni ahora. Nunca. "Siempre he esperado a que algo bueno sucediera... pero nunca sucede nada". Mª José podría cambiar muchos ámbitos de su vida, podría trabajar para mejorar muchas de las cosas que le rodean con el objetivo de conseguir, o al menos acercarse, a  ese "algo bueno" que lleva esperando toda la vida. Sin embargo, su actitud es quedarse a la espera de que las cosas cambien, de que le toque la lotería sin comprar papeletas.

Javier tiene 47 años, un buen trabajo, tres hijos y una mujer que le quiere y que le cuida. Sin embargo, Javier vive con una insatisfacción vital permanente. No le encuentra sentido a la vida. Sabe que objetivamente no puede tener queja, que muchos matarían por tener lo que él tiene pero sin embargo no es feliz. Piensa que si volviera atrás escogería otra forma de vida. Javier es un buen padre y un buen marido, hace todo lo que tiene que hacer pero por dentro se va consumiendo y emocionalmente se va alejando de todo lo que le rodea. Se siente atrapado porque su sentido de la responsabilidad hacia su familia le hace imposible hacer un cambio vital radical pero al mismo tiempo no hacerlo supone  sentirse tremendamente vacío y desgraciado. Javier deja pasar las semanas, los meses... a la espera de que sus sentimientos cambien de alguna manera porque no se ve capaz de hacerlo de otra forma.

3 pasos para perder el miedo al cambio y reinventarte | Alto NivelCarina tiene 39 años y lleva tres con Salva, su pareja. Ella quiere ser madre y él no.  Ella tiene unos proyectos de futuro sobre temas importantes que son incompatibles con los de él y ninguno de los dos quiere ceder. Carina deja pasar el tiempo con la esperanza de que Salva cambie, o de que algo lo haga,  y en cada sesión ella viene contándome la misma situación, situación que se prolonga a lo largo de los años sin variación alguna. Sabe que Salva no va a cambiar de opinión y ella tampoco, y se da cuenta de que no va a funcionar porque de hecho no está funcionando. Pero le da miedo dejar la relación, así que deja pasar el tiempo a la espera de que a vida decida por ella en lugar de responsabilizarse de su propia felicidad.

Pablo, 37 años, tenía sentimientos importantes hacía Lucía y ella por él también. Él vivía en Bélgica y ella en España. Ella quiso intentarlo pero Pablo no se veía capaz de una relación a distancia. Él quiso mantener una amistad pero a ella le resultaba imposible porque no podía verlo como un amigo, así que Lucía rompió el contacto y siguió con su vida. De eso hace ya un año y  aún a día de hoy  Pablo entra cada día al canal Youtube que tiene Lucía para ver si ha subido un vídeo nuevo. Cada día por la mañana él entra con la esperanza de "verla" y así poder saber algo de ella. "Pienso en ella, la echo de menos. Es alguien importante para mí, aún lo es".  Pablo tiene un asunto pendiente con este tema, aún no ha cerrado la puerta porque no quiere hacerlo pero tampoco está dispuesto a apostar por una relación con Lucía, así que se queda de espectador tras la pantalla, nunca mejor dicho.

Mª José, Javier, Carina y Pablo son casos muy distintos pero todos tienen algo en común: actúan como sujetos pasivos de su propia existencia. En mayor o menor grado, todos ellos podrían cambiar sus circunstancias pero deciden no hacerlo porque se mueven más por sus temores que por la búsqueda de su propia felicidad. Y es que en más ocasiones de las que creemos, la búsqueda de la propia felicidad puede representar una gran desafío para todo aquel que se atreva a ir a su encuentro
Sé que más de un lector/a se sentirá identificado con el tema y probablemente con alguna de las situaciones de nuestros cuatro protagonistas. Si es el caso, que eso nos invite a la reflexión.


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Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es

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