La importancia de ilusionarse


Hace unas semanas fuimos a parar a una pequeña playa perdida en la que no había nadie. En un momento dado nos pusimos a pasear por la orilla y yo me fui alejando sin darme cuenta haciendo lo que hago siempre que recorro una playa: buscar caracolas. Tal cual. Desde hace muchos años siempre he tenido ilusión por encontrarme una entera y nunca he tenido esa suerte (ambiciones de una, ya ves). Siempre estaban destrozadas las pobres o eran terriblemente pequeñas (aunque esas también me las llevaba). Llevaba tantos años "practicando" sin resultados que aquella tarde, mientras miraba al suelo en plan detectivesco, daba por sentado que no encontraría ninguna. Pero ya se sabe, la esperanza es lo último que se pierde. Así que cuando la vi allí, tan grande y tan bonita, y vi que estaba en perfecto estado empecé a gritar como una niña, gritaba el nombre de la persona que estaba conmigo para que acudiera a ver "mi gran hallazgo". Pero es que segundos después me encontré otra y luego ¡una tercera!. Bueno, como si me hubiera tocado la lotería de Navidad. Ahí estaba yo, llena de ilusión por haber encontrado unas simples caracolas de mar. Mi acompañante no paraba de hacerme fotos, supongo que porque a todos nos gusta ver la ilusión en los demás, es algo bonito y que se disfruta aunque uno mismo no sea el protagonista. Me alegra saber que aún guardo la capacidad de entusiasmarme e ilusionarme por cosas tan pequeñas. Y a la par tan grandes.

La ilusión mueve montañas. La capacidad de entusiasmarse e ilusionarse con algo es un gran motor en la vida del ser humano. Pueden ser ilusiones puntuales como un viaje, un proyecto laboral, un ascenso, un nuevo hogar, una relación que acaba de empezar, un proyecto de futuro, un reencuentro, un cambio de vida, un mensaje de alguien especial.... O ilusiones  más cotidianas: que llegue el jueves tarde para jugar al fútbol,  las clases de yoga de los lunes, las cenas instauradas de los miércoles por la noche con los amigos, la comida familiar de los sábados por la mañana, mi hora de lectura en soledad cada tarde al volver de la oficina, la media hora de café y periódico cada mañana antes de ir a trabajar, los domingos de golf...Tantas como personas y gustos hay en el mundo. Desde mi punto de vista, tanto las puntuales como las cotidianas son importantes pero las segundas lo son aún más porque son más accesibles y por lo tanto están más a nuestro alcance. Y al igual que metemos comida en estómago cada día, también necesitamos nutrirnos de ilusión y entusiasmo con la máxima frecuencia posible.

Mantener y nutrir las ilusiones no es ninguna tontería, muy al contrario, es algo básico a la hora de hablar de felicidad y bienestar. Las ilusiones nos motivan y nos aportan alegría, nos dan energía y fuerza  para cosas que  nos apetecen menos o nos cuestan más, nos mejoran el estado de ánimo amortiguando las emociones negativas y potenciando las positivas, influyen positivamente en nuestra forma de percibir el mundo que nos rodea, es decir, en nuestra forma de pensar... Y lo más importante desde mi punto de vista: hacen que la vida tenga más sentido, sea más bonita y nos hacen sentir más vivos. Porque estar vivo no significa necesariamente sentirse así.

En más ocasiones de las que me gustaría me encuentro en consulta a personas que han perdido la capacidad de ilusionarse. Y en este caso no me refiero a personas en estado depresivo, simplemente son personas que se han aburrido de la vida. Tal cual suena. Suelen ser personas  que han logrado la mayoría o todos sus objetivos profesionales y personales,  y una vez logrados, no son capaces de encontrar nuevas ilusiones que les motiven. Se quedan como en un estado de desidia generalizada. Con este tipo de pacientes insisto mucho en buscar una motivación, algo que les ilusione, algo que rompa la monotonía del día a día. Algo que sea realista, factible y que les dé cierto grado de alegría. Empezamos por algo pequeño, sin grandes expectativas y que se pueda incorporar al estilo de vida de la persona. El requisito indispensable es que ese "algo" provoque, al menos, un mínimo de entusiasmo en el paciente. Necesitan "conectar" de nuevo con algo. Muchas veces estas personas creen que necesitan un cambio radical en su vida, y en algunos casos es cierto, pero sin embargo ellos y yo sabemos que no están preparados para darlo a día de hoy. Quizás lo estén algún día, o quizás no lo estén nunca. El problema de esto es que  se amparan en esa necesidad de un gran cambio para volver a ser felices pero como no se atreven, se quedan igual que están. Sin cambios, ni pequeños ni grandes. 

El problema de esto es que cuanto más tiempo pasa, mayor es la frustración y el sentimiento de desesperanza, con lo que se entra en un bucle del que cuesta salir. Bucle que puede desencadenar en un estado depresivo, porque sin objetivos e  ilusiones, las personas nos convertimos en barcos a la deriva. Es más, los objetivos son necesarios pero muchas veces estos son o se convierten en meras obligaciones carentes de ilusión. Hay que ir en busca de ambos, ilusiones y objetivos que nos ayuden a dirigir nuestros caminos en alguna dirección. Digamos que, así por encima, la falta general y permanente de ilusión es a la depresión, lo que una muy baja tolerancia a la incertidumbre (a la duda) es al TOC.

A estas alturas todos sabemos que las circunstancias no lideran nuestra felicidad. Son importantes pero no la lideran. Nosotros somos los principales  responsables de nuestra felicidad. Recuerda que la alegría, las ilusiones, la felicidad, el bienestar..., conceptos distintos pero todos ellos relacionados entre sí, hay que trabajárselos, hay que ir en su búsqueda. Entrenamos  la mente, entrenamos el cuerpo, así que también tendremos que entrenar el alma...aunque aún no tengamos muy claro qué es eso.


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Sara LLorens Aguilar
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