Si la semana pasada te hablaba de Annie Marquier, hoy vengo con una nueva recomendación. El libro me lo sugirió un
buen amigo y compañero de profesión y fue todo un acierto: El
cuerpo lleva la cuenta de Bessel van
der Kolk. Lo recomiendo porque, además
de considerarlo un buen libro sobre el trauma, opino que está escrito con mucha delicadeza y una buena dosis de empatía. El autor te explica los diferentes avances en
investigación sobre el trauma, la
fisiología del cerebro traumatizado, el trauma infantil y en adultos, así como los tratamientos más recomendados para este tipo de situaciones (unos más
tradicionales que otros). Todo ello con profesionalidad, cercanía y amabilidad, quizás te parezca una simpleza pero no lo es, no es tan fácil comunicar temas así de esa forma.
En mi opinión el libro no tiene desperdicio. Y de la forma en
la que está escrito, pienso que no hace falta ser profesional en la materia para poder leerlo y apreciarlo.
Podría hablarte de muchos de los puntos que me han parecido interesantes pero quiero centrarme en la relación entre el apego y el
trauma. Ya comenté hace varios posts la relación entre el apego desorganizado
en la infancia y el desarrollo de trastornos disociativos (recuerda la disociación es muy común en personas traumatizadas), y hoy me gustaría profundizar un poco más en el tema.
De forma general, definiríamos el apego como el vínculo afectivo que se desarrolla entre un niño y sus padres. El apego es instintivo, ya que el niño
necesita a sus papás para sobrevivir. El desarrollo de
un tipo de apego u otro es clave y se mantendrá a lo largo de los años definiendo el tipo de relaciones personales que estableceremos de adultos.
Existe el apego organizado y el desorganizado. En el apego organizado habrían tres
categorías: apego seguro, de evitación y ansioso. Estas tres categorías de
apego organizado funcionan porque el niño recibe la mejor atención que sus padres pueden darle según el caso, aunque el de evitación y el ansioso probablemente den
lugar a algunos problemas en el futuro. A continuación te explico las tres categorías con algo más de
detalle:
El apego seguro es el que tendrían que tener todos los niños. En este caso los padres combinan el cuidado, protección y confort
del pequeño, a la vez que le ayudan a desarrollar sus propias competencias poco
a poco. Este tipo de apego crea en el
niño un centro interno de control que le ayuda a diferenciar entre las situaciones
en las que se puede valer por sí mismo y
aquellas en las que tiene que pedir ayuda. Estos niños aprenden que si piden ayuda, la obtendrán. En el apego seguro, el niño llora cuando
la mamá se va pero muestra calma y
alegría cuando esta vuelve.
A diferencia del apego seguro, en el apego de evitación, los
niños parecen no sentirse afectados cuando su mamá se va ni tampoco muestran
alegría cuando vuelve. Sin embargo, los estudios demuestran que la tasa cardíaca
de estos bebés sí se ve alterada aunque no lo manifiesten. Es más, muestran un
ritmo cardíaco muy elevado, lo que quiere decir que internamente estos niños están hiperactivados de forma permanente. También se ha observado que las mamás que
establecen este tipo de apego con sus bebés, no suelen acariciarlos ni abrazarlos, así como tampoco utilizan expresiones faciales para comunicarse.
Los niños con este tipo de apego suelen convertirse en adultos ansiosos.
En tercer lugar estaría el apego de tipo ansioso, en el que
el bebé llama constantemente la atención
de su mamá a través de llanto, gritos,
pataletas.... Como si necesitara la presencia de la madre en todo momento por
encima de cualquier cosa. Como en el apego seguro, se ponen muy nerviosos
cuando su mamá desaparece pero con la diferencia de que en este caso el niño no parece
calmarse cuando la mamá regresa. Estos niños suelen
convertirse en adultos con dificultades para reconocer y tratar sus
sentimientos y los ajenos.
Luego entraríamos en el apego desorganizado, que como ya te
he comentado es el que se encuentra con más frecuencia en las personas con trastornos
disociativos. En el apego desorganizado, el niño no encuentra ningún tipo de
protección, calma o confort en el adulto, ya que el principal cuidador es la
causa de angustia/miedo del pequeño. Si la persona que se supone que me tiene
que cuidar y proteger es justamente la persona que me aterra ¿a quién acudo?
Esa es la cuestión: tengo miedo y no puedo pedir ayuda. Muchos niños con este
tipo de apego se muestran agresivos o muestran un desinterés general y en su
gran mayoría desarrollan problemas psicológicos.
A nivel fisiológico,
manifiestan tasas más elevadas de cortisol (la famosa hormona del estrés) así como un sistema inmune
debilitado y una tasa cardíaca crónicamente más elevada. Desgraciadamente, se ha observado que cuando cambiamos al niño a un entorno seguro, este desequilibrio fisiológico no cambia
Los niños con este
tipo de apego suelen criarse en familias donde hay maltrato físico y/o
psicológico, abusos... pero a veces también se da sin que se den este tipo de
situaciones pero sí unos padres traumatizados (por la muerte de un familiar,
una violación o cualquier otra situación traumática de la que el papá o la mamá
no se ha recuperado) que les impide poder establecer el vínculo correcto con
el pequeño.
En cualquier caso, un niño/adulto con apego desorganizado
tendrá más posibilidades de desarrollar un trastorno por estrés postraumático y más dificultades a la hora de
recuperarse de dicho trauma que un niño/adulto
que se ha criado con un apego seguro, de evitación o ansioso, sobre todo con
un apego seguro.
Si te interesa el tema del trauma, te recomiendo encarecidamente este libro. En cualquier caso, retomaremos el tema en próximos posts.
Con posibilidad de terapia online |
Instagram: sarallorenspsicologa
Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es
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