El post de hoy lo introduzco yo pero lo escribe otra persona, en este caso la llamaremos Lidia. Lidia acudió a consulta con un diagnóstico de TOC hará unos dos años y medio aproximadamente. Recuerdo que durante las primeras sesiones me llamó la atención su grado de desconfianza pero poco a poco eso cambió y se fue abriendo dándome una oportunidad para ayudarle. No voy a contar su historia porque para eso está ella y su relato, solo diré que los resultados han sido fruto de mucho trabajo y constancia por su parte, con caídas de por medio de las que se levantó las veces que hizo falta. Ella es un ejemplo, como otros muchos pacientes, de que sí se puede ganar la guerra al TOC pero no sin pasar por un difícil proceso hasta llegar a ello.
Estos posts me gustan mucho porque dan esperanza y motivación a gente que está donde estaba Lidia hace dos años, así que desde mi punto de vista es un escrito valioso. No he tocado nada del relato, tal cual me lo envió, aquí te lo dejo.
De
todas las experiencias que he tenido en mi vida, las épocas en las que he
vivido con TOC han sido sin duda las más dolorosas y difíciles. En la primera,
que me ocurrió con 18 años, recibí ayuda psicológica enseguida y creo que eso
fue lo mejor que me pudo haber pasado. Aún así, recuerdo un profundo malestar,
miedo, llanto y parálisis ante los pensamientos tan horribles que venían a mi
cabeza y no entendía, porque no tenían nada que ver que lo que soy, era, o
había sido. No era comparable esto con los problemas que tenía la gente de mi
edad, ni mis amigas… Ni si quiera con los cuadros de ansiedad que había
conocido en mi padre y otros adultos.
Recuerdo
la sensación de querer morir para no tener que convivir con ellos, con tan sólo
18 años y una relación de pareja con un chico al que amaba profundamente, toda
la vida por delante. No hubiera podido soportarlo si la psicóloga no me hubiera
asegurado que lo que me ocurría, no tenía nada que ver con mi personalidad ni
deseos, ni con ninguna personalidad oculta sino que era un mala pasada de mi
cabeza.
Yo
siempre he pensando que mi tipo de TOC era diferente a todos los demás que
nombrábamos en terapia y que salen más comúnmente en los libros. Creía que la naturaleza de los pensamientos
que me atormentaban, le daba mucho más peso a lo ya horrible que es cualquier
proceso de este tipo. Mi tipo de TOC siempre ha sido del tipo sexual y
relacionado con niños. Y claro, esto no es lo mismo que lavarse las manos…
Pensaba yo. Estas ideas eran y son totalmente contrarias a todo lo que yo soy y
pienso y me causaban tanto rechazo que resultaba imposible para mí, entender
por qué una y otra vez me atormentaban estas ideas y dudas.
Cuando
estás en esa situación, parece que no vayas a salir nunca. Da igual las veces
que te lo expliquen o que tú en el fondo (muy en el fondo) sepas que esos
pensamientos no coinciden con la realidad, ni con quién eres. Una y otra vez,
el TOC te obliga a pasar por la tortura de creértelo con todo el sufrimiento
que esto conlleva y las dudas tormentosas una detrás de otra, hasta el punto
que llegas a confundir por momentos, lo que es real de lo que no.
Con
18 años, recuerdo llorar mucho en terapia, y preguntarle mil veces a la
psicóloga si eso iba a pasárseme algún día o si ya siempre tendría que vivir
con ello. Al final resultó que esto también se convirtió en un tipo de
compulsión. Así que callé e hice lo que me dijeron. Por mucho que yo pensara
que no, al cabo del tiempo, con terapia acabó remitiendo. Y me pareció solo una
pesadilla. Mi mente lo enterró como me imagino que se deben enterrar los
traumas más horribles.
Lo
olvidé y llevé una vida sin TOC durante 10 años. Estudié, me casé, encontré
trabajo y fui feliz cuando tocaba.
En
nada se diferenciaba mi vida a la de alguien que no hubiera tenido TOC nunca. Y
esto es algo que cuando pasamos las crisis, parece imposible. No podemos ver
que lo único que nos diferencia del resto de la gente, está nuestra
imaginación. Si alguien me preguntara si se puede llegar a olvidar un TOC, le
diría que sí, al menos al 99%. Yo de hecho, me olvide tanto, que jamás pensé
que pudiera volver a pasarme algo así, simplemente pensaba ¿Cómo podía yo
pensar esas tonterías? Y así, pensando esto me hice adulta, con el recuerdo del
dolor, pero sin entender cuál era el razonamiento o proceso que me llevó al
TOC.
Con
29 años, todo parecía tan lejano que olvidé cuidar mi debilidad con la
ansiedad. Dejé que los problemas cotidianos me sobrepasaran y una situación de estrés laboral me hizo ponerme
al límite. Entonces, para mi sorpresa y terror volvieron a aparecer los mismos
pensamientos.
La
segunda vez, se diferenció de la primera en que tenía más armas, por ser más
adulta y haber pasado la primera terapia. Eso pudo hacer que me mantuviera más
firme, aun que el peso del sufrimiento iba comiéndome cada día por dentro.
Perdí mi esencia. Tanto psicológicamente como físicamente, podía decir que no
parecía la misma persona, envejecí 10 años. Hoy veo fotos de esa temporada y lo
veo claramente. Me olvide de sentir, de lo que era permitirme sentir afecto o
deseo e incluso notar otra piel contra la mía, me lo prohibí todo. Todos mis
esfuerzos se centraban en paliar el malestar del TOC como podía y aparentar que
no pasaba nada.
Mi
psicóloga anterior, ya no ejercía y me costó horrores encontrar a alguien que
realmente me pudiera ayudar. Esta segunda vez, fue el año más frustrante que
pueda imaginar, donde llegue a creer que jamás lo superaría de nuevo, que esta
sí era la definitiva, que se quedaría conmigo para siempre.
Pasé
por varias psicólogas y un psiquiatra, y aún que conocían mi problema, las
terapias fracasaban. Cada vez que tenía que comenzar de nuevo, era un calvario
porque contar qué tipo de pensamientos tenía, era difícil y angustioso para mí.
Cada terapia fracasada, cada día que los pensamientos seguían igual, era una falsa
prueba para mí de que jamás se irían.
Estuve
a punto de tirar la toalla, pensando que una leve mejoría era lo máximo que
podía lograr esta vez. Ya mi vida estaba adaptada a las compulsiones y cuando
el malestar profundo venia, simplemente cerraba los ojos y esperaba a que
bajara de intensidad, esto era mi rutina y estaba acostumbrada a ella, hasta llegó
a parecerme cómoda, mucho más que enfrentarlo. Pero no me rendí. Yo quería mi
vida de antes, recordaba lo que era estar sin el TOC y quería eso. Quería volver
a ser yo. Así que fui cabezona y seguí buscando. Salí totalmente de mi zona de
confort, y comencé a buscar por internet información sobre el tipo de TOC que
yo tenía. Encontré muy diversa; Alguna
buena, otra no tanto e incluso algún intento de aprovecharse de la
desesperación de personas que pasan por estos tipos de procesos. Al final,
encontré a una terapeuta que trabajaba una terapia concreta para el TOC, y lo
más importante para mí, conocía mi tipo de pensamientos y había tratado a más
gente con los mismos. Estaba lejos de mi ciudad, pero igualmente fui, al
principio con mucha desconfianza. Hacía más de 2 horas de camino de ida y de
vuelta en tren para hacer las sesiones de 1h.
No
puedo decir que fue fácil. Contarlo, muchos altibajos, las exposiciones, el
miedo y trabajar como nunca había hecho. Pero después de medio año
aproximadamente, llegó ese momento. Los pensamientos comenzaron a disolverse. No
fue como la primera vez, esta vez fue mucho más consciente y creo que realmente
llegué a entender muchas cosas. Todo avanza y realmente esta terapia me
funcionó. El momento llegó, no de repente, sino que paulatinamente comencé a
recuperar mi vida de nuevo.
Para
mí, no fue despertar un día y no tenerlo (como tantas veces me había imaginado)
sino que poco a poco, fui recuperando la autonomía en mis pensamientos y
sentimientos. El TOC ya no dominaba lo que pensaba, sentía y hacía. Nuevos
sentimientos, sensaciones y conductas, esta vez sí propias (Me gustaran más o
menos) fueron apoderándose de mi día a día tan paulatinamente que apenas me di
cuenta. Empezó a resurgir de nuevo mi
personalidad, sin miedo. Y volví a recuperar mi yo. Me encontré de pronto
contándole a mi psicóloga problemas cotidianos en vez de lo de siempre y ahí es
cuando me di cuenta que había comenzado a sanar.
Hoy
puedo decir que vuelvo a llevar una vida sin TOC. Mi consejo para todas
aquellas personas que estén pasando por esto, es que no se rindan nunca. Que
busquen terapia aun que no les funcione a la primera, o la segunda o la tercera,
y que no tengan miedo a cambiar de profesional las veces que haga falta si no
funciona con el tiempo…. Cada uno tiene un ritmo y un momento. El tipo de TOC
sexual es muy difícil emocionalmente, pero el tiempo, me ha hecho darme cuenta
de que al final, no se diferencia tanto de otros tipos, más que en la carga emocional
y vergüenza que sentimos. Creo que es importante encontrar psicólogos/as que
conozcan el tipo de TOC que sufrimos. Porque sentir que esa persona sabe cómo
funciona tu cabeza y que más personas han pasado por lo mismo ayuda mucho.
No
os quedéis con la idea de que el TOC no se puede superar. Aún que a ratos, no podamos evitar creernos lo
que nos viene a la cabeza, el peor error que comentemos es pensar que esto es
para siempre. No puedo decir que nunca olvidéis quién sois porque a ratos se
olvida y es inevitable. Pero sí que sigáis confiando y no perdáis la esperanza
de poder mejorar porque no es imposible. El tipo de TOC sexual da más vergüenza
de contar, parece más repulsivo porque se liga a algo muy rechazado socialmente
y ahí está muchas veces la clave de que
se mantenga. Cuando se vaya, no será diferente de cualquier otro ya que solo
cambia el contenido, el escenario. Pero sigue siendo imaginación.
Hoy
todo ese sufrimiento vuelve a ser recuerdo, pero esta vez con aprendizaje. Y
aún que no sepa si puede volver en alguna época o no, tengo cada vez más
herramientas, para que nunca vuelva ser lo mismo. Lo que un día me parecía
imposible, ahora es una realidad. Al fin, puedo volver a preocuparme de
problemas cotidianos y reales.
No
os rindáis nunca.
Gracias. Y una vez más, enhorabuena.
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