La lección de la mariposa

 

Encontré este texto hace meses (hasta donde yo sé, de autor desconocido) y lo guardé con la intención de escribir algún día sobre el mensaje que transmite.

Las personas somos moldeables, unas más que otras pero todas los somos. Todos podemos cambiar si queremos y nos esforzamos para ello. Y partiendo de esta base surge la existencia del proceso terapéutico y el sentido de la vida. A estas alturas creo que la mayoría de nosotros entendemos la vida como un proceso de cambio constante, de nosotros mismos y de nuestras circunstancias. Pero para que ese cambio sea posible uno tiene que estar preparado para ello y respetar su propio ritmo, que para nada tiene que ser el mismo que el del vecino. Respetar  nuestro ritmo significa respetar nuestro propio proceso de cambio.  Meter presión cuando no se está preparado, ya venga de uno mismo o de los de los demás, suele dar lugar a resultados poco deseados. Mi ritmo no es el tuyo y está bien así. Es diferente acompañar a alguien en su proceso de cambio (sea en la vida o dentro de una consulta) a empujarle a llevar el ritmo que yo creo conveniente para esa persona. Porque ese ritmo que creo conveniente es resultado de MIS experiencias, MI carácter, MIS deseos, MIS circunstancias, MIS preocupaciones, MIS necesidades... y no puedo ni debo proyectarlas en el otro porque no son suyas, me pertenecen a mí. Como el viajante de la historia que, con toda su buena intención, intentó forzar el ritmo de la mariposa sin que ella estuviera preparada. Si impongo, no respeto. Y muchas veces imponer viene cargado de buenas intenciones pero no por eso es más acertado. De hecho, cuando intentamos forzar a alguien a un ritmo de cambio que no es el suyo, probablemente acabemos alejándolo de nosotros porque se acabará sintiendo incomprendido, presionado y emocionalmente alejado.



En terapia pasa exactamente lo mismo que en la vida: hay que respetar el ritmo del paciente, acompañarlo en el proceso mientras se le motiva a avanzar. ¿Y qué pasa si el ritmo del paciente se traduce en el estancamiento permanente? Pues en esos casos habrá que revisar qué está pasando y a lo mejor hay que replantearse si realmente es momento para empezar/continuar con una terapia, o si los objetivos que nos estamos planteando son los adecuados para el momento actual. Cabe destacar que dicho "estancamiento" se puede dar de forma clara y directa pero también de forma indirecta y sutil a través de diferentes tipos de sabotaje. Por ejemplo: recuerdo una paciente que empleaba siempre las sesiones para hablar de otras personas y situaciones que poco tenían que ver con el motivo de la terapia. Por mucho que intentaba redirigirla en diferentes ocasiones, ella siempre se iba por otros derroteros; otro paciente siempre encontraba excusas para no hacer las tareas y anulaba muchas de las sesiones a última hora; otro seguía en una especie de "asociación" (por llamarlo de alguna manera)  cuyas enseñanzas,  principios y directrices eran diametralmente opuestas a los objetivos de la terapia que intentábamos llevar a cabo... En estas ocasiones y en alguna otra he tenido que replantear la terapia y dejar sobre la mesa la posibilidad darse un descanso y reflexionar sobre las razones por las que estábamos allí. En la mayoría de estas ocasiones esto ha coincidido con dos tipos  de situaciones:

(1) El paciente venía a terapia obligado por algún familiar (no se está respetando el ritmo de la persona)

(2) El paciente se obligaba a sí mismo a tomar decisiones o dar pasos para los que claramente no estaba preparado en ese momento (uno mismo no respeta su propio ritmo)

Respecto al primer caso (1): siempre hay que tener presente que el momento de hacer terapia no es cuando los padres, parejas, amigos... lo deciden. Si bien es cierto que a veces puede ser útil, raras son las ocasiones en que esto es así. El momento de empezar terapia es cuando la persona decide hacerlo por voluntad propia (obviamente, esto no quita para que sus allegados le motiven a ello y propicien la situación. Pero a decisión ha de ser del propio paciente). Porque si no hay una motivación y voluntad reales por parte del paciente, entonces no hay nada que hacer. El momento de empezar una terapia es cuando la persona cree que está preparada para intentarlo, ahí es cuando tenemos una oportunidad. 

Con respecto al segundo caso (2): saber desde el raciocinio que algo debe de cambiar o ser de otra manera, no implica estar preparado para dar ese paso. Preparase emocionalmente para dar un paso importante, requiere tiempo y mucho esfuerzo dirigido en la dirección adecuada. Obligarnos a algo sin estar preparados aumenta las posibilidades de fracaso y eso es algo que también hay que tener muy en cuenta en todo proceso de terapia.

Igual que la mariposa del cuento, las personas necesitamos nuestro tiempo, espacio y superación de los obstáculos pertinentes para dar lugar a una mejor versión de nosotros mismos. La experiencia me ha enseñado que muchas veces los cambios más espectaculares son los que se se dan poco a poco, con pequeños cambios apenas perceptibles pero constantes, como el goteo del agua formando una impresionante estalagmita. Así que, la próxima vez que estemos hablando con alguien y se nos pase por la cabeza decirle lo que creemos que tiene que hacer o cómo tiene que hacerlo (sobre todo si no se nos ha preguntando) planteémonos si lo que vamos a recomendar, o en según qué casos imponer, tiene realmente en cuenta el proceso y situación emocional del otro.



Con posibilidad de terapia on-line
 


Instagram: sarallorenspsicologa

Sara LLorens Aguilar
sllorens@cop.es

Comments

  1. Cuando un artículo es bueno con los años se hace mejor. Muchas gracias por la información :)

    ReplyDelete

Post a Comment